Llevar el modelo de economía circular o la circularidad hasta el sector agroalimentario es posible y necesario, si queremos hacer frente a la cada vez mayor cantidad de residuos que se generan.
La circularidad implica cambiar el viejo modelo lineal de producir, consumir y tirar por un nuevo planteamiento que busque mantener el valor de los productos, materiales y recursos durante el mayor tiempo posible.
Esto conlleva la reutilización o el reciclaje de los residuos, cerrando el ciclo de vida de los recursos, materiales o productos, teniendo en cuenta el impacto ambiental que se genera en cada etapa del mismo.
Si se aplica este modelo de economía circular a una de las industrias agroalimentarias más destacadas de España, el cultivo de la aceituna, se generará un importante beneficio medioambiental, económico y social:
- Se reducirá la cantidad de residuos generados y se facilitará su gestión.
- Se reducirá la dependencia de recursos y energía de terceros.
- Se crearán nuevos empleos.
- Se propiciará un crecimiento sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
Ahora bien, ¿cómo se puede dar el paso hacia esa circularidad?
Aceite de oliva y alperujo
España dedica más de 1,5 millones de hectáreas de terreno al cultivo de la oliva, siendo el principal productor de su aceite en el mundo.
Esto conlleva, también, la generación de gran cantidad de subproducto derivado del proceso de producción del aceite que debe gestionarse de forma eficaz.
Tras el triturado y centrifugado de la aceituna en la almazara para la extracción del aceite, lo que queda es el alperujo.
Un subproducto compuesto por la mezcla de orujo (resto de piel, pulpa y huesos de aceituna) y alpechín (aguas de vegetación), destacando su alto contenido en agua (56%) y materia orgánica (91%), y un pH ácido.
La gestión del alperujo se viene realizando en las balsas de recepción de las orujeras y en plantas de procesado para valorización, contando con una capacidad para 6,3 millones de toneladas de alperujo.
Una capacidad que resulta insuficiente para la gestión del volumen total de este subproducto generado en nuestro país.
El alperujo es un subproducto del que se aprovecha todo y tiene múltiples usos comerciales (aceite de orujo, combustible, compost, etc), pero si no se gestiona por falta de capacidad, puede causar problemas medioambientales derivados de su acumulación o vertido (fitotoxicidad, contaminación del suelo, malos olores, etc.).
Una de las alternativas para la gestión de este excedente de alperujo es su valorización energética para la producción de biogás.
Una solución que cerraría el modelo de economía circular en torno al cultivo de la aceituna y la producción de su aceite, con el consiguiente beneficio para el medioambiente.
Biogás a partir del alperujo
La producción de biogás a partir del alperujo implica someter a este subproducto a un proceso de digestión anaerobia, dentro de un reactor hermético (digestor) que permite controlar las condiciones de temperatura, pH y humedad.
La particularidad de este subproducto, respecto a otros residuos orgánicos que también se revalorizan para la obtención de biogás (aguas residuales, deyecciones ganaderas, etc.) es su naturaleza lignocelulósica y su déficit en nitrógeno. Algo que ralentiza el proceso de descomposición llevado a cabo por los microorganismos que intervienen en el proceso.
Además, el alperujo también contiene sustancias inhibidoras, como los fenoles, que limitan la producción de metano.
La mejor forma de resolver estos inconvenientes es mezclar el alperujo con otros residuos orgánicos, llevando a cabo un proceso de codigestión.
La codigestión permite balancear la relación C/N, diluye la concentración de sustancias inhibidoras y mejora la actividad de los microorganismos durante el proceso de descomposición de los compuestos lignocelulósicos.
Un ejemplo de este tipo de mezcla de sustratos es la codigestión del alperujo junto a biomasa procedente del cultivo de microalgas, con alto contenido en nitrógeno.
Si se realiza la combinación adecuada de sustratos, el proceso de codigestión del alperujo permitirá incrementar el rendimiento en la producción de biogás, aumentar la velocidad de producción y evitará la necesidad de realizar un pretratamiento a este subproducto antes del proceso.
Además, de este proceso de codigestión del alperujo también se produce un digestato que puede ser utilizado como enmienda orgánica, haciendo más rentable el proceso.
El biogás obtenido puede emplearse para abastecer de energía a la propia almazara u orujera, produciendo electricidad o calor mediante motores de cogeneración.
El tipo de planta de biogás adecuado para esto es la de autoconsumo, diseñada a escala y adaptada a las necesidades de cada caso.
Una instalación que puede aplicarse para crear mancomunidades energéticas, como la de Los Pedroches, permitiendo la gestión sostenible de los propios residuos ganaderos, junto al alperujo, para la obtención de energía para autoconsumo y otros productos de valor añadido, como los fertilizantes orgánicos.
La incorporación de la tecnología del biogás a la gestión del alperujo evita la acumulación de su excedente, permitiendo a las almazaras trabajar sin interrupción, con lo que se optimiza la producción del aceite.
A esto se le suma la consiguiente mejora ambiental, evitando la emisión de gases de efecto invernadero y la contaminación del suelo y del agua.
La valorización energética del alperujo es un ejemplo de tecnología innovadora aplicada al desarrollo del modelo de economía circular en el sector agroalimentario.
Un sector que está afrontando grandes retos para hacer más eficiente la gestión de sus recursos en base a la circularidad.